El pasado fin de semana la compañía boliviana Teatro de los Andes pasó por el Laboratorio de las Artes de Valladolid (LAVA) con su montaje "Hamlet de los Andes", que merece mucho la pena ver. Esta es la crítica publicada en ABC, 19/11/2012: Sorprendente Hamlet:
“Hamlet de los Andes” de Diego
Aramburo. Dirección: Diego Aramburo y Teatro de los Andes. Intérpretes: Lucas
Achirico, Gonzalo Callejas y Alice Guimaraes. Sala Concha Velasco. LAVA.
Valladolid.
Julia Amezúa
¿Quién
es Hamlet?, ¿quién soy yo?, ¿quién eres tú?, ¿se puede vivir desarraigado?, ¿y
si el fantasma del padre se niega a abandonarnos?, ¿hay elección entre ser o no
ser?, ¿y si uno no es quien cree ser? Todas estas cuestiones, además de la
traición, la venganza, la incertidumbre, el poder del teatro como despertador
de conciencias, se plantean con talento y frescura en el montaje de los
bolivianos Teatro de los Andes. Diego Aramburo (autor y director premiado en
Bolivia) realiza una versión libre de la tragedia de Shakespeare, en la que la
relación de Hamlet con su padre y Ofelia, la maldad de Claudio, la complicidad
de Gertrudis, se conectan con las señas de identidad de la cultura andina. Pero
este Hamlet instintivo y brutal, no responde solo al arapapita local, perdido
en la ciudad boliviana entre vapores de alcohol, sino que en su desarraigo,
herido de muerte en sus raíces, está muy próximo al hombre contemporáneo.
El
resultado es un montaje de 90 minutos, de gran fuerza visual y dirección clara,
que merece la pena ver. Pues nada sobra en esta puesta en escena en la que tres
actores (en algunos momentos aparece un cuarto) se multiplican con energía y
credibilidad, para interpretar diversos personajes y en la que se resuelven
retos escénicos con un trabajo cuidado. Es el caso de la música en directo, del
juego preciso de la luz que cobra importancia para matizar los movimientos
internos de los personajes y marcar los espacios; con imaginación, se saca
partido a los escasos elementos escenográficos, como las cortinas que se mueven
para anunciar la llegada del espectro o la mesa, que tan pronto es caja
mortuoria como tablero de crucifixión o carga y que esconde recovecos con los
que juegan los actores. En conjunto, el montaje impacta y de modo particular
escenas como la de Ofelia ahogándose en el caldero (el agua presente es fuente
y término de vida), o la de Hamlet devorando el rostro de su padre o la
divertida pelea entre los dos actores disfrazados de mujeres, para interpretar el asesinato del rey
Hamlet mientras dormía. Largos y merecidos aplausos.
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