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| Huerto de Calixto y Melibea en Salamanca |
El 1 de marzo de 2012, se estrenó en el Teatro Calderón de Valladolid el último montaje de la compañía Atalaya; con dirección de Ricardo Iniesta, una versión reducida de "La Celestina", el clásico de Fernando de Rojas, que se vio también en Olmedo el sábado 28 de julio de 2012.
“Celestina. La tragicomedia” de Fernando de Rojas. Versión y adaptación: Ricardo Iniesta. Compañía: Atalaya. Intérpretes: Carmen Gallardo, Raúl Vera, Silvia Garzón, Manuel Asensio, Jerónimo Arenal, María Sanz, Lidia Mauduit. Teatro Calderón. Valladolid.
Julia Amezúa
Ricardo Iniesta realiza una versión de “La Celestina” con una reducción del texto clásico, que se centra en mostrar un mundo en descomposición que como el nuestro vive obsesionado y tiranizado por el dinero y por la consecución de placeres efímeros. De hecho, los personajes de este mundo sin visión trascendente y en tinieblas (la oscuridad domina en la puesta en escena) rinden culto al todopoderoso dinero y caen ante la muerte de modo violento o accidental. Nadie es sincero en ese microcosmos hostil en el que unos y otros se usan para beneficio particular. Es el caso de Celestina, la estrella del montaje, que muere a manos de los criados insatisfechos con los favores sexuales de las prostitutas de la alcahueta. O el caso de Melibea, un personaje complejo que requeriría un amplio desarrollo, y a quien vemos espiar a sus padres cuando hablan de su matrimonio, jugar al gato y al ratón con Calisto y dejarse enredar por Celestina (bien plasmado en escena con el hilo rojo del hechizo). Nadie es lo que parece en esta sociedad corrompida, donde el interés y la falsedad dominan las relaciones: los criados se dicen fieles, pero traicionan; Calisto parece noble, pero compra placer; todos aborrecen a Celestina, pero recurren a ella.
A pesar de su brevedad (hora y cuarenta y cinco minutos) el montaje de Atalaya funciona, pues logra sacar a escena el viciado mundo celestinesco y su codicia, falsedad y lujuria, como un espejo en el que encontrar claves para interpretar nuestro tiempo. Lo consiguen con una puesta en escena de estética oscura y grotesca y con unas mesas de hierro que los actores mueven con imaginación para crear los numerosos espacios (más de 20). El montaje llega al público por la dirección atinada, el ritmo, la fuerza del texto clásico que fluye en dicción clara y la implicación de los actores que se desdoblan para encarnar diversos personajes e integrarse en el trabajo coral. Carmen Gallardo está muy bien como la alcahueta, con voz rasgada y un trabajo gestual matizado. Muchos aplausos.
